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El primer día de junio, el Papa Francisco nos dijo: “Hoy comenzamos el mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, fuente de amor y de paz. Ábranse a este amor y llévenlo a los confines de la tierra, testimoniando la bondad y misericordia del Corazón de Jesús”.

La devoción al sagrado Corazón de Jesús ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesia, desde que se meditaba en el costado y el Corazón abierto de Jesús, de donde salió sangre y agua. De ese Corazón nació la Iglesia y por ese Corazón se abrieron las puertas al Cielo.

 “Salvación del mundo, gloria de Cristo, Hijo único y gloria del Padre” y otras tantas expresiones señalan la irradiación triunfante de la caridad divina. El verbo de la bondad se ha hecho corazón humano para salvar a los hombres inhumanos (por ser pecadores), revelándoles el corazón del Padre. El corazón del redentor simboliza y expresa su amor misericordioso hacia nosotros, porque significa la caridad sobrenatural y recíproca, que difunde por medio de su Espíritu, en nuestros corazones[1].

 En otro momento, el Papa se ha referido a esta fiesta solemne con la siguiente reflexión:

 “Jesús permanece fiel, no traiciona jamás: aun cuando nos equivocamos, Él nos espera siempre para perdonarnos, es el rostro del Padre misericordioso. Esta fidelidad del Señor manifiesta la humildad de su corazón: Jesús no vino a conquistar a los hombres como los reyes y los poderosos de este mundo, sino que vino a ofrecer amor con mansedumbre y humildad. Así se definió a sí mismo «Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt. 11, 29). Y el sentido de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, que celebramos hoy, es que descubramos cada vez más la fidelidad humilde y la mansedumbre del amor de Cristo, revelación de la misericordia del Padre. Podemos experimentar y gustar la ternura de este amor en cada estación de la vida: en el tiempo de la alegría y en el de la tristeza, en el tiempo de la salud y en de la enfermedad y la dificultad. La fidelidad de Dios nos enseña a acoger la vida como acontecimiento de su amor y nos permite testimoniar este amor a los hermanos mediante un servicio humilde y manso”.

 Oración de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús
Señor Jesucristo, arrodillados a tus pies,
renovamos alegremente la Consagración
de nuestra familia a tu Divino Corazón.
Sé, hoy y siempre, nuestro Guía,
el Jefe protector de nuestro hogar,
el Rey y Centro de nuestros corazones.
Bendice a nuestra familia, nuestra casa,
a nuestros vecinos, parientes y amigos.
Ayúdanos a cumplir fielmente nuestros deberes, y participa de nuestras alegrías y angustias, de nuestras esperanzas y dudas, de nuestro trabajo y de nuestras diversiones.
Danos fuerza, Señor, para que carguemos nuestra cruz de cada día y sepamos ofrecer todos nuestros actos, junto con tu sacrificio, al Padre.
Que la justicia, la fraternidad, el perdón y la misericordia estén presentes en nuestro hogar y en nuestras comunidades.
Queremos ser instrumentos de paz y de vida.
Que nuestro amor a tu Corazón compense,
de alguna manera, la frialdad y la indiferencia, la ingratitud y la falta de amor de quienes no te conocen, te desprecian o rechazan.
Sagrado Corazón de Jesús, tenemos confianza en Ti.



[1] Bertrand de Margerie, SJ. www.aciprensa.com

 

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